Es una obviedad decir que el mundo que viene será distinto. El mundo siempre ha sido básicamente “cambios”. Pero lo más diferencial del momento presente es que lo que en un determinado momento nos parece como “radical” se convierte rápidamente en “normal”.

Es un mundo en el que la distancia entre la ciencia ficción y la realidad es extremadamente corta. Lentillas con un microprocesador que mide la presión intraocular (Sensimed.ch). Lentillas que pueden grabar imágenes (una idea ya patentada por Sony). El descubrimiento de la microbiota, nuestro organismo entendido como un contenedor de millones de bacterias, de cuya salud depende la nuestra propia.

Pero también un mundo en el que cualquier producto puede ser sustancialmente mejorado por una innovación aparecida en cualquier parte del planeta. Como los paraguas con telas hidrófobas, de base nanotecnológica, que convierten en obsoleto a cualquier paraguas convencional (unnurella.jp). O, como IKEA, planteando un mercado de segunda mano para sus muebles, convirtiéndose así en un propulsor de la economía circular.

Nuestros hijos vivirán en un mundo en el que no les va a sorprender nada. Repleto de propuestas que resultarán de la combinación e integración de conocimientos procedentes de muchas disciplinas diferentes. Muchas de ellas resultado de una ciencia cada vez más eficaz y atrevida, una ciencia que disfruta de un círculo virtuoso en el que la mejor ciencia se crea en laboratorios cuyas capacidades mejoran justamente con los resultados que en ellos se generan: laboratorios con los que construyen mejores laboratorios.

Podemos sintetizar este momento de la historia como uno en el que ciencia, tecnología, sociedad y organizaciones tienen la posibilidad de entrelazarse en un sistema virtuoso: la ciencia descubre fenómenos de la naturaleza, que la tecnología programa para resolver problemas y necesidades de la sociedad (de las personas) a través de organizaciones que producen soluciones en forma de productos y servicios.

Esta situación ya sugiere nuevas necesidades de formación para el futuro que viene: una formación que combine la capacidad de hacer preguntas de un científico, con las habilidades de diseño y construcción de soluciones que caracterizan a un ingeniero, con las capacidades de coordinación de personas propia de los profesionales de la organización, ya sea con un enfoque económico, social o artístico. Una combinación que será difícil encontrar en una sola persona, por lo que la buscaremos normalmente en forma de equipos transversales.

Pero siendo todo esto muy relevante, el principal problema con el que se enfrentarán la educación en los próximos años puede ser otro muy diferente: el gran competidor de los niños que están hoy en primaria puede que sea una máquina inteligente.

La aceleración con la que van apareciendo desarrollos basados en inteligencia artificial permite augurar que muchos trabajos hoy realizados por humanos serán pronto hechos por máquinas “inteligentes”. Y no se trata solo de trabajos rutinarios (como el ya realizado por los robots que dominan casi en su integridad algunas cadenas de fabricación como en la automoción) sino de tareas más sofisticadas (como la conducción de camiones en minas australianas) e incluso de actividades de “cuello blanco” como la elaboración de noticias para un periódico (algo que ya ocurrió “de oficio” en las Olimpiadas de Rio de Janeiro) o de informes económicos (véase, por ejemplo las propuestas en este sentido de narrativescience.com), o el asesoramiento financiero (ver la propuesta de pefin.com).

En este contexto de máquinas “inteligentes” no tendrá sentido seguir entrenando a un humano para hacer tareas que podrá hacer una máquina. Una máquina que, muy probablemente, hará el trabajo mejor que él (no vamos a poder competir con una máquina que coja dos millones de documentos y en cuestión de segundos proponga una conclusión. Hoy ya en determinadas enfermedades, el diagnóstico lo hace mejor una máquina, el Watson de IBM, que un humano).

Dicho de otra forma, en el futuro, para conseguir un trabajo “humano” es muy probable que tengas que ser lo más diferente posible de una máquina. Deberás ser un humano “muy humano”, con todas las habilidades diferenciales que nos caracterizan: la curiosidad, la creatividad, la imaginación, el espíritu crítico, la empatía, la colaboración, la sensibilidad, la capacidad de idear, de fabricar, de construir con nuestras propias manos objetos que no existían antes, como resultado de combinar la imaginación de nuestra mente con la destreza de nuestros manos.

Las máquinas existirán. Harán muchos trabajos. Pero los humanos harán otros, aquellos que precisen de las habilidades diferenciales de un humano. Así, podríamos proponer que la ecuación fundamental para las próximas décadas consiste en la multiplicación de Humanos (naturales) por Máquinas (humanos artificiales). Y una de las claves fundamentales del futuro bien podrá ser cómo un humano sabe utilizar una máquina para su provecho.

Todo esto implica un cambio radical, y una gran oportunidad, para transformar la educación. El reto de la educación en el futuro más próximo bien podría consistir en ayudar a descubrir el talento de cada persona para animarle a desarrollarlo al máximo desplegando sus capacidades como humano. Y es que, como algunos expertos ya proponen (futureoflife.org), los humanos quizás solo tengan una alternativa de supervivencia en un mundo con máquinas inteligentes: ser más humanos.

ALFONS CORNELLA – Fundador Institute of Next