Siempre nos persigue el eterno debate: la persona líder nace o se hace. Por un instante, vamos a darnos el permiso de pensar que se pueden aprender las habilidades de liderazgo. Partamos también de la premisa de que el liderazgo en nuestras organizaciones es compartido. Es decir, que todas las personas estamos implicadas más allá del role que desempeñemos.

¿Cómo podemos enseñar a ser un buen líder?, y  más interesante aún: ¿Cómo podemos aprender a ser un buen líder?

Probablemente, el mecanismo de aprendizaje más efectivo es el modelaje. Aprendemos a ser líderes observando a otras personas liderando. Si quiero enseñar a ser un buen líder, tendré que observar qué modelo de referencia estoy siendo para las demás personas. Lo que coloquialmente solemos decir: predicar con el ejemplo.

Ahondemos en tres ideas fuerza que nos permita alcanzar el objetivo.

En primer lugar debemos acotar, ¿Qué es liderar?

Es habitual asociar el liderazgo a la responsabilidad de gestión de determinados cargos. El liderazgo sin embargo, es un proceso de dinamización de las personas. Las personas lideran los espacios de relación y encuentro entre las personas, y no únicamente gestionan recursos.

El arte del alquimista del liderazgo es aquel que equilibra la dimensión tarea (contribución a la misión, cumplimiento de objetivos, etc.) y la dimensión más relacional (el campo emocional en los equipos, la motivación y satisfacción de las personas, etc.).

Se trata de lograr equipos Efectivos y Afectivos. Equipos que desde la Calidez alcancen la Calidad.

En segundo lugar, identifiquemos el modelo de liderazgo (el enfoque) que quiero tener como referencia. Hay muchos modelos de liderazgo, y el más adecuado para los retos colectivos en el que participan diferentes agentes, es el liderazgo compartido.

 “Trabajar en equipo no es una virtud, es una elección consciente y voluntaria que surge construyendo lazos de confianza basados en la vulnerabilidad humana que muestran los integrantes del equipo, ante sus errores, temores, y dificultades.”  – Lencioni.

En tercer lugar, comprometámonos con la reflexión y acción transformadora. Ya que no lograremos aprender (o enseñar) sin implicarnos. Como bien identificó Belbin, los equipos tienen que disponer de espacios para la relación, la reflexión y la acción.

“… entre la información y la acción hay un abismo. Este es el problema del conocimiento abstracto: sin un compromiso de ponerlo en práctica, la erudición no es más que un escondite para la incompetencia.” – Koffman.

ANDER MIMENZA – Coordinador de Bidera: Escuela para el emprendizaje y el liderazgo (Fundacion EDE)