Relacionarse con las familias es como preparar la maleta para un viaje que te han regalado. Puedes desear que el destino y las fechas sean otras, pero hay lo que hay y no puedes cambiarlo, así que tratas de ajustarte, intentando sacar el máximo rendimiento a esos días.

Esta es la primera consigna de la relación con las familias. Hemos de trabajar con la realidad que tenemos delante y no con la que nos gustaría tener. La segunda, saber que planificar bien no siempre nos lleva a obtener rápidamente buenos resultados. Por eso, es importante cambiar el foco de atención, pasar de centrarnos en los resultados y comenzar a focalizar en el proceso. Esperar que las familias cumplan nuestras expectativas, se ajusten dócilmente a nuestras peticiones y sigan sin protestar el camino que les mostramos es permanecer inmóviles en nuestro área de confort. Hay que salir, ponerse otras gafas y mirar desde otras perspectivas. Entender que cada persona hace las cosas lo mejor que puede o lo mejor que sabe y no solo como quiere. Yo lo aplico al alumnado, a sus familias, al profesorado, a todas las personas en general…. Y me ayuda. A pensar en opciones y posibilidades y no solo en baches y limitaciones. A aprender y no estancarme. Por eso considero que una dificultad no es más que la oportunidad perfecta para demostrar los recursos que tenemos o adquirir nuevos.

Cuando nos sentamos después del verano de nuevo en nuestra silla de profe partimos casi de cero. Si no conocemos al alumnado, pedimos información a compañeros y compañeras que ya han ejercido su labor de docencia con “nuestro” nuevo grupo. Y sin duda, con esta información suelen caernos apuntes sobre cómo son las familias. “Son encantadoras, no vas a tener ningún problema”, “cuidado con los padres de Fulanito porque son…”. A las personas en general nos gusta conocer qué puede pasar para estar preparados, poder anticiparnos y que no nos pillen desprevenidos.

Pero si la información la utilizamos para estar alerta y casi a la defensiva, “porque ya sabemos que vamos a tener problemas”, tanto a la familia de Fulanito como a nosotros mismos nos negaremos la oportunidad de construir una relación propia, puesto que heredaremos la de nuestro informador. Ayudas para la supervivencia o sistema básico de protección, he oído alguna vez que lo llaman. Cuidado, que el efecto Pigmalión mal utilizado también puede condenar la relación antes incluso de haberla iniciado.

PepaEstablecer una buena relación con las familias requiere incorporar la proactividad como tercera consigna. Habla de anticipación y de utilizar nuestros recursos para tratar de propiciar respuestas y no tanto de responder a situaciones ya dadas. Y aquí es donde entra PEPA, nuestra fiel asesora en las relaciones con las familias. Para, Escucha, Piensa, Actúa, nos dice PEPA. ¿Qué quiere decir esto? Que antes de hacer hemos de pensar qué queremos conseguir exactamente del contacto con cada familia y en cada momento. Yo lo llamo encender nuestro faro, establecer un objetivo que nos permita recuperar el sentido cuando nos desviamos demasiado. Para ajustar nuestra actuación necesitamos saber cómo es el terreno por el que nos movemos y para ello hay que preguntar a la propia familia. Como cuando vamos a comenzar una lección en clase y preguntamos al alumnado qué es lo que saben sobre esa materia. A partir de sus respuestas decidimos abordar el tema de una u otra forma. Se trata pues de implementar en la relación con las familias este recurso excelente que ya utilizamos.

HAY ÁRBOLES

EN LA

LA SELVA 

Preguntar y escuchar nos ayudaría a resistir la tentación de establecer luchas de poder. El profesorado presentamos, sin ser conscientes de ello, cierta tendencia a demostrar que sabemos más que las familias sobre cómo ha de ser la educación de sus hijos e hijas. Y nos olvidamos de las otras gafas. Les decimos cosas como “ustedes tienen que…, su hijo debería….., su hija no puede…..”, asumiendo que nuestro punto de vista es el correcto y que si los demás no cambian es porque no se esfuerzan lo suficiente. Esta posición de “listillos” despierta variadas conductas de defensa en las familias. “¡A mí me vas a decir cómo educar a mi hijo!”. Y la lucha de poder acaba de comenzar. Aquí es donde PEPA nos recuerda que antes de aconsejar es mejor parar y preguntar. “¿Cómo creen ustedes que podemos…?, ¿creen ustedes que podría funcionar….?”.

Buscar alianzas de expertos, reconocer la competencia de cada una de las partes: el profesorado en lo pedagógico y las familias en lo afectivo. Las personas nos movemos desde una imperiosa necesidad de reconocimiento positivo. Y sentirnos reconocidos en nuestra labor educativa, en nuestra capacidad o en nuestra preocupación, nos pone, sin duda, en mejor disposición de escucha y colaboración. Porque, recuerda, todas las personas, hacemos las cosas lo mejor que podemos o lo mejor que sabemos.

¿Te has acordado de cambiarte las gafas para leer la frase? No siempre la realidad es lo que parece… ¿Hay árboles en la la selva?

SILVIA ARRIBAS – Psicóloga