Liderar es esencialmente “moverse hacia adelante”, con todo lo que ese movimiento implica.
En primer lugar, implica ser capaces de mirar y escuchar y ENTENDER la realidad en la que estamos tal cual es, mirando dentro (lo que somos y tenemos y lo que no somos y no tenemos) y mirando fuera (lo que la sociedad necesita y demanda y lo que no necesita y no demanda). Necesitamos verla de frente y aceptarla para poder comprender “desde dónde nos movemos” y poder hacerlo con realismo. Requiere habilidades de escucha, humildad y compromiso con la verdad.
En segundo lugar, implica ser capaces de DISEÑAR un futuro distinto, deseado, mejor, coherente con nuestros valores y visión del mundo. Porque es la ambición por una realidad distinta, por lo que activamos estrategias de transformación, y éstas necesitan un rumbo. La capacidad de visualizar futuros deseados es central para poder crear la “tensión creativa” que activa el movimiento, que quiere reducir la distancia desde la realidad actual a la que queremos construir. Es lo que llamamos “capacidad estratégica”, de mirar lejos, de atreverse a volar para imaginar y conectar con las posibilidades futuras.
En tercer lugar, implica entender que mover un sistema complejo y amplio, requiere de muchos micromovimientos, requiere de muchas personas y equipos que “dan pasos hacia adelante”, que colideran. Es lo que llamamos “liderazgo distribuido”. Pensar que una organización, en la que las personas que la conforman son protagonistas absolutas del servicio ofrecido, se puede liderar sólo desde un punto (aunque ese punto sea “el de arriba”) es un espejismo. Por eso son esenciales la capacidad de compartir visiones y de tejer redes, complicidades, alianzas y acuerdos. Esta habilidad de CONECTAR personas y voluntades, se aprende entendiendo y practicando el diálogo en su sentido más amplio y profundo.
Por último, y quizá esto sea lo más difícil, implica estar abiertos a transformarnos nosotros. ¡En cuántas ocasiones los líderes que son promotores, son a la vez frenos de la transformación que declaran querer hacer!… A veces, actuamos como si fuera posible cambiar una realidad sin incluirnos nosotros en ella, sin abrirnos a la TRANSFORMACIÓN PERSONAL que el cambio requiere. ¿De qué manera yo/nosotros, que somos actores principales, necesitamos cambiar y hacer distinto para poder inspirar y crear una realidad diferente? Es una pregunta que muchas veces ni siquiera es formulada con el rigor que requiere. Claro que una cosa es querer “que la realidad cambie” y que “otros cambien”, y otra algo más exigente es ser nosotros el cambio que queremos ver.
Nos suelen preguntar si el liderazgo se puede entrenar, si es posible hacerlo crecer. Nosotros creemos que sí, que se puede entrenar. Algunos de los ingredientes del liderazgo como el compromiso, la humildad para aprender, la valentía para arriesgar y la disciplina para perseverar que son muy nucleares a la persona, se cultivan a lo largo de toda una vida y por tanto, no se improvisan de la noche a la mañana. Hay otros ingredientes de un buen liderazgo, como la capacidad de escuchar, de dialogar, de utilizar metodologías para entender la realidad, para diseñar el futuro, para implicar a otras personas, que podemos incorporar de manera más consciente y en un plazo de tiempo más corto. Todos los esfuerzos por aprender y practicar estas segundas y por seguir cultivando las primeras, enriquecen nuestro perfil de liderazgo.
Y hay otra buena noticia: son actitudes, valores y habilidades que también se contagian y se extienden, de manera que los esfuerzos individuales se hacen colectivos a través de la convivencia y el ejemplo del día a día. Si queremos jóvenes que transformen la sociedad en la que viven, necesitamos darles ejemplo de liderazgo y transformación a pequeña escala, en cada centro, en cada equipo, en cada uno de nosotros.
ANE AGIRRE – Socia de Vesper
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