La arquitectura es, posiblemente, una de las artes que mejor nos puede conectar con lo que de trascendente hay en el hombre. Nos muestra la experiencia que a lo largo de los siglos diversos pueblos y culturas han desarrollado con el propósito no sólo de refugiarse y habitar, sino de, de forma imperceptible y simultánea a esas funciones básicas, dotarse de una sensibilidad espacial que respondiera a su forma de ver y estar en el mundo.

Por lo tanto, la arquitectura es una herramienta muy potente en la, tan anhelada, innovación pedagógica. Debemos buscar una arquitectura que sea motor de transformación.

Pero el motor no es el elemento que decide el destino del viaje, sólo aporta potencia que se transforma en movimiento. Por lo tanto, la arquitectura debe responder a un modelo pedagógico, auténtico volante que dirigirá el futuro de los centros escolares en una u otra dirección. Este destino es exclusivo de cada centro escolar. Recurrir a la experiencia de otros, lejanos y ajenos, sirve como referencia, pero nunca es el destino adecuado. Todo pasa por encontrar un camino propio, elegido y anhelado por los implicados, padres, alumnos y, principalmente, profesores.

Mediante un proceso de participación de todo el claustro, se han de fijar las prioridades para el futuro colegio. Estas prioridades se concretaran en un documento escrito, a modo de pliego de condiciones inicial. El reto radica en que la ilusión y el trabajo vertidos en él culminen con éxito, clave será la escucha y la adaptación de los profesionales al proceso vivido.

Algunas de las inquietudes que los profesores pueden mostrar en el proceso de renovación son:

  1. Definir espacios con alta capacidad de adaptarse a diferentes modelos de aprendizaje.
  2. El aula debe conquistar los espacios de tránsito, utilizando como recurso de flexibilidad rentabilizar la frecuencia de uso de estas superficies.
  3. Conseguir ámbitos de recreo en los que la naturaleza aparezca integrada, que el juego de los alumnos no esté vinculado únicamente al deporte.
  4. Posibilitar que sociedad y colegio se relacionen, ofreciendo grandes ágoras de encuentro.
  5. Ofrecer espacios adaptados a cada realidad de etapa.
  6. Generar un espacio amable que favorezca la comunicación y el encuentro.

Esperemos que, junto con un renovado modelo pedagógico, la nueva arquitectura sirva para caminar con paso firme en un futuro pleno de retos.

JOSÉ EIZMENDI – Arquitecto y profesor en el colegio SUMMA Aldapeta